Crónicas bicicleteras - Rumbo a la loma

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Andrea Orrego Montoya

Comunicadora Social y Periodista

Amante de la Bici.

Cuando somos amantes de la bici, muchas veces no podemos esperar a que amanezca, la noche se hace larga, y casi nunca esperamos a que salga el sol, para salir a rodar al compás de la bielas.

Esta mañana salí rumbo a Buena Vista, mi bicicleta, la mejor compañía, pero no puede faltar Adriana, mi amiga de ruta, la que me sigue el paso y hace todavía mejor la salida.

Arrancar no es fácil, y más si tenemos en frente la poderosa vía antigua Villavicencio – Bogotá, y duele más, pasar, ver las lechonas, sentir su olor y no poder comérnoslas, en teoría ese debería ser el premio y la recuperación de calorías al final del entrenamiento, pero somos mujeres, y esos lujos no están dentro de la lista de prioridades, no deja de ser solo un deseo que se olvida cuando vamos llegando al Cai del Galán, donde culminamos la primera etapa: Grama – Galán, apenas vamos calentando. Lo mejor está por venir.

El cuerpo comienza a prepararse para una buena subida, cuesta regular la respiración, y pedaleamos rumbo a ver a “Villavo la bella” a la “hermosa estampa tropical”.

Vamos en camino a poner a prueba nuestras mentes, nuestros pulmones y nuestras piernas, es en ese momento que digo: “la bici le ha dado a mis ojos los mejores paisajes, me ha llevado a los mejores lugares y ha puesto en mi camino personas maravillosas”. Así que subir vale la pena.

Llegar a la curva del Tigre es todo un desafío, los pitos de las mulas nos ponen alerta, pasan muy cerca, pero no nos intimidan, cada vez nos respetan más. Vamos muy concentradas, llevamos buena cadencia, compartimos saludos y gritos con los ciclistas que van subiendo o bajando “vamos que ya casi llegamos”, si algún ciclista veterano nos pasa en su bici de ruta siempre nos dice: “vamos niñas, a la rueda”, los conductores de los carros nos pitan, nos animan para seguir subiendo, y nosotras nos sentimos cual Nairo Quintana dejando todo en la loma.

La concentración es clave, conectar mente y cuerpo, ir a buen ritmo, regulando tu corazón y poniéndole el alma a cada pedalazo.

La recompensa siempre será, cuando aparece la ciudad más linda del mundo postrada ante nuestros ojos, ahí está Villavicencio, vista desde arriba, el paisaje y la  mejor fotografía que una vez más la vida, nuestras bicis y nuestras piernas nos regalan.

Con la satisfacción del deber cumplido, recargamos las caramañola,  comemos algo, nos tomamos la concebida foto con Adriana, cual modelos de revista, y nos echamos a rodar. No acordamos que somos mamas, que nuestros hijos nos esperan para desayunar y bajamos en 15 minutos, la misma distancia que subimos en 57. Es una experiencia única que todos están invitados a vivir, anímense y pronto van a descubrir  que llegar a la loma es todo un placer.

 

 

 

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